martes, 21 de diciembre de 2010

La vocación por lo social


José Name Terán nació el 5 de febrero de 1936 en Sincelejo, Sucre. Dios y el destino fueron los responsables de llevarlo a Barranquilla cuando era un adolescente. Allí, en la capital del Atlántico, forjó su carrera política. Fue diputado de la Asamblea Departamental y Ministro del Trabajo, pero principal labor la desarrolló en el Senado de la República. Es un hombre amantísimo de su familia y de sus amigos y colegas. Lo enorgullece su lucha constante por brindarle a los más necesitados mejor calidad de vida. Se identifica plenamente con la cultura y la causa árabes, de la cual ha sido vocero en Colombia y en el mundo.

Shadya Karawi Name: ¿Quién es José Name Terán?

José Name Terán: Un ser humano con defectos y cualidades. Mucha gente piensa que le ha tocado en la vida todo fácil y que ha sido un privilegiado. En realidad, ha sido lo contrario. Desde muy joven tuve que luchar por la supervivencia, por mi educación y no fue fácil; estudié tanto el bachillerato como la carrera en escuelas y universidad pública, pero eso me ayudó a conocer las difíciles situaciones que afrontan los demás, y el desequilibrio social que se da en Colombia, donde algunos gozan de excesivos privilegios y la mayoría padece necesidades.

SKN: ¿Cómo fue la llegada de Sincelejo a Barranquilla?

JNT: Mi padre adoraba a su hermano y nos hizo venir acá para poder estar cerca de él. Su afecto no era el de un hermano normal, sino el de un padre y actuaba como protector.

SKN: Como ha sido usted también con sus hermanos.

JNT: Sí, así también he sido yo. Yo tengo unos hermanos insuperables. Los mejores del mundo. Les debo muchísimo porque casi todos se sacrificaron para que yo pudiera trabajar. Mi hermano mayor, que murió hace mucho, era un ser de una excepcional ternura y de una inteligencia extraordinaria.

Dios y el destino nos trajeron a Barranquilla. Aquí forjé todo y tengo una familia bella. Mi esposa Yolanda es una mujer excelente: es la mejor madre y esposa y me ha acompañado 50 años en mi recorrido por el desierto, el oasis y todos los sitios donde nos ha puesto Dios. Me encontré también a otra familia que quiero y respeto: toda esa gente que me ha acompañado durante más de 35 años. Tengo hasta terceras generaciones al lado mío. Es muy hermoso ver en las reuniones a los hijos de Juana Manotas de Hayazo, de Matilde Colina de Fortich, de Gloria Ortiz de González, de Aurora García de León, mujeres hermosas y batalladoras que siempre me han acompañado. Algunas de ellas asisten en silla de ruedas a mis reuniones. Eso me llena de fortaleza, y apabulla a quienes padecen de una enfermedad muy grave que se llama envidia.

SKN: Usted es descendiente de libaneses.

JNT: Y a mucha honra.

SKN: ¿Qué tendría de colombiano y qué de árabe?

JNT: Soy colombiano de nacimiento de afecto y de amor, pero no niego para nada mi ancestro de raíces libanesas y árabes. Siendo Presidente del Congreso tuve la más bella oportunidad de mi vida: fui invitado por varios presidentes de países árabes para conocer la tierra de mis antepasados, su cultura, su régimen político y para establecer un acercamiento con Colombia. Al Medio Oriente fui como hijo de una raza que le ha dado al mundo tantas cosas positivas, como las matemáticas, la medicina, la arquitectura. En ese viaje entendí que mundo gira alrededor del diálogo, del respeto y de la comprensión. Tuve el honor de sentarme con Yasser Arafat durante seis horas, en Túnez, le oí cosas sabias y conocí al gigante de la guerra y de la paz; de la guerra justa para defender los derechos civiles, y el hombre enamorado de la paz para vivirla después de que se le reconozcan sus derechos. Estuve en Siria; estuve en el Líbano en plena guerra, cuando el avión de la TUA estaba secuestrado en el aeropuerto de Beirut. Primero me recibió el presidente de la Asamblea Constituyente, que era musulmán, después me recibió el joven presidente cristiano. Lo más bello fue el acto que realizó el Sheikh Kassem Karawi en el Valle del Bekaa, donde asistieron 400 libaneses de todas las religiones; incluso de los sectores en pugna que llegaban y recostaban a la pared sus ametralladoras para estar un rato en paz escuchando a un colombiano que quiere al Líbano. Cuando dije que en cada pedacito de Colombia rezábamos por la paz de la tierra de mis abuelos, y mi yerno Talel Karawi lo tradujo, se produjo un murmullo de felicidad y de alegría. Después recibí 800 besos, uno de cada cachete. Al Sheikh Kassem lo rodearon maronitas, chiitas, sunitas, ortodoxos. Todas las religiones estaban en la mesa. Eso es un honor que muy pocas personas pueden recibir.

Culminé el viaje con una audiencia personal que me dio el santo padre Juan Pablo II. En mi opinión, es el personaje más hermoso de todos los tiempos. Hablaba un español dulce y bello. Le dijo a mi esposa: “Tú eres tramposa o no sabes leer porque ahí dice que no se pueden pedir bendiciones y tú traes de todo”. Ella le contestó que no iba a pedirle que bendijera nada, que ella solo quería que las cosas estuvieran cerca de él. Él se rió y le dijo: “Bueno, te voy a castigar porque las voy a bendecir”. Y sacó los rosarios, los escapularios y los bendijo. Yo le dije: “Santidad, eso lo íbamos a regalar a los amigos, ahora con su bendición lo vamos a vender”. Lo bello fue que a los nueve meses de haber estado en el Vaticano, el Santísimo Padre estuvo en Colombia y regresó a Italia por Barranquilla. Yo rompí todos los cordones de seguridad para llegar a él, quien al verme sonrió y me dijo: “Excelencia”. Yo le dije: “Santidad, yo no podía dejarlo ir sin apretarle sus manos”.

SKN: ¿Qué es lo positivo de ser un colombo-árabe?

JNT: El Líbano es uno de los países más ilustres y educados del Medio Oriente. Sin embargo, tengo que hacer una crítica a mis paisanos: no han entendido la importancia que tienen sus relaciones con el mundo occidental donde grandes personajes árabes han tenido protagonismo. Hemos tenido ex presidentes en Argentina, en México, en Brasil, en Colombia, sin embargo, los países árabes tienen más relaciones con países inamistosos que con países latinoamericanos donde se le rinde afecto a la causa árabe.

SKN: Podría ser eso el lado negativo de los colombo-árabes.

JNT: Las tres o cuatro últimas generaciones no se preocuparon por enseñar a sus hijos el árabe. En mi familia que es la Name Chadid, la Name Terán y, finalmente, la Name Cardozo, sólo mi hija Mónica habla árabe y eso porque se casó con un libanés. La enseñanza del idioma es algo que, sin duda, hay que fomentar.

SKN: ¿Cómo se inició en la política?

JNT: Quien vive escuchando de política en su familia termina o alejándose radicalmente de ella o metido hasta el cuello, como me pasó a mí. Mi padre era jefe del Partido Liberal en las sabanas de Bolívar. Tuve un tío, llamado igual que yo, José Antonio Name Chadid, que a los 29 años fue Senador de la República. Todo eso me influyó mucho y también el liderazgo que tenía en la universidad en el período de la dictadura militar. El doctor Laureano Gómez regresó de su exilio por Barranquilla y se le hizo una manifestación en el Paseo de Bolívar. Los oradores fueron Alberto Lleras Camargo; Augusto Ramírez Moreno —quien formaba con los otros cinco mejores oradores que tenía Colombia el grupo llamado Los Leopardos—; mi amantísimo profesor Eduardo Marino, y yo. Hablamos ante 80 mil personas que se congregaron para homenajear al doctor Laureano Gómez, que llegaba a instaurar con Alberto Lleras el Frente Nacional. Así nació mi vida política.

Llegué de 22 años a la Asamblea del Atlántico donde fui presidente. Me decían ‘El Benjamín’, porque era el menor. Todos mis compañeros eran excelentes personas y me doblaban o triplicaban la edad. Hay una anécdota muy bella de ese período: se me iba a vencer el periodo como presidente y un gran personaje, un educador insigne del Partido Conservador, llamado Fernando Hoyos Ripoll, presentó una proposición firmada por los otros 15 diputados aplazando la elección de presidente para que yo me pudiera casar siendo presidente de la asamblea. Tuvieron un gesto todavía más bello, que probablemente si ocurriera hoy sería un escándalo: hicieron una nómina de dos días y cada uno me dio esos días de su sueldo como regalo de bodas. Tengo muy gratos recuerdos de ese período.

Entonces yo era estudiante de segundo año de derecho en la Universidad del Atlántico y me tocaba levantarme a las cinco de la mañana para llegar a las seis menos cuarto a la primera clase. El trayecto de mi casa a la universidad lo hacía caminando, todos los días. Tuve la fortuna y el honor de ser, al mismo tiempo, diputado y primer representante de los estudiantes en el Consejo Superior de la universidad. Con esos dos logros me gané la animadversión de muchas personas.

SKN: ¿Vivió momentos difíciles en esa época de beligerancia política?

JNT: Yo ejercía la militancia del oficialismo del Partido Liberal. Tenía profesores que eran liberales, o militaban en la disidencia del partido o eran conservadores. En la política, en ocasiones, el respeto deja de ser la norma y las relaciones entre los seres humanos se rigen por intereses egoístas, así que no fue fácil. Por ejemplo, me tocó recibir clases de una persona que manifestaba públicamente la antipatía que me tenía. Un día me presenté a un examen oral y cuando ingresé al salón donde estaban los demás estudiantes me dijo: “No se siente. Yo le voy a poner la nota que usted necesite para no tener que verlo más en clase”. Yo le dije que me pusiera entonces la nota que necesitaba para tampoco tenerlo que ver más como profesor. Esa persona fue por largos años enemigo político mío y nunca dio razones ni argumentos, sino el increíble odio político y el radicalismo que él profesaba. Con otro profesor me pasó algo similar. Todas las mañanas, cuando yo caminaba para la universidad, él pasaba a mi lado en su carro y jamás me paró para llevarme. Cuando yo llegaba dos minutos tarde después de él haber pasado lista no me quitaba la falla. Un día me hizo un examen de derecho de familia, en donde a Rodrigo Noguera Barreneche le tocó ser jurado. Noguera era un ilustre intelectual, jurista, matemático, un hombre fuera de serie por su calidad humana. A los demás estudiantes, el profesor les había hecho cuatro o cinco preguntas; a mí me hizo 14. En ese momento el doctor Noguera le dijo: “Ilustre compañero, desde ya observo una prevención con el joven Name. ¿Qué intención tienes?”. Mi profesor contestó que lo que quería era demostrar que yo era un pésimo estudiante y un gran ausentista, por llegar tarde a clase. Por sugerencia de Noguera, no se procedió igual que con mis compañeros, quienes debían retirarse para que los docentes pusieran la calificación. La discusión sobre la nota que me merecía se hizo conmigo: mientras el doctor Noguera consideraba que yo merecía un 5.0, mi profesor pensaba que me debían poner un 2.0. Cada uno hizo concesiones: mi profesor me aumentó a 2.8 y Noguera me bajó a 4.7. Como no lograban ponerse de acuerdo, el docente propuso ponerme la nota que necesitaba para pasar, a lo que Noguera contestó: “Bueno, vamos a ponerle la nota que necesita para pasar y dos décimas más para que no pase raspando como tú quieres”. Con el correr del tiempo me enteré de que su animadversión se debía a que cuando yo era miembro del Consejo Superior de la universidad, él quería ser decano. Yo propuse a Gonzalo González Fernández, que era jurista y profesor de literatura, y además tenía una columna de uso correcto del lenguaje en El Espectador. Yo no lo hice en contra de él, sino a favor del doctor González, pues lo consideraba la persona idónea para el puesto. Después Dios me ayudó a ayudar a mi profesor. Él era un gran jurista y un abogado respetabilísimo, pero vivía lleno de odios. Cuando salió de la universidad le conseguí una asesoría externa para que pudiera subsistir. Así le pude demostrar mi nobleza y que nunca guardé odio por él.

SKN: A lo largo de su vida política ha ocupado puestos importantes y siempre se ha identificado con las causas sociales. ¿Cuáles son sus mayores logros?

JNT: Fundé el Colegio Juan Victoriano Padilla de Juan de Acosta; el San Luis Beltrán de Manatí; el San Pablo de Polo Nuevo; el colombo-alemán del Sena; la Escuela Oriental de Palmar; el Carlos Meisel de Barranquilla; el Sofía Camargo de Lleras de Barranquilla. Fui el promotor en ese entonces de la Universidad del Atlántico. Soy el creador de la Estampilla Prociudadela con la que se construyó en Barranquilla la más grande y mejor ciudadela universitaria de Colombia, que es exclusivamente para los sectores sociales de los estratos bajos.

La educación y la salud realmente fueron siempre mis fortalezas y mis mayores preocupaciones. Cuando estaba en el Congreso fui el autor del IVA social. El gobierno quería aumentar el IVA del 14 al 16, y yo conseguí que 70 senadores firmaran una propuesta aceptando el aumento, pero proponiendo la utilización de los dos puntos nuevos y medio viejo exclusivamente para inversión social con destinación específica. Con eso se lograron cosas tan importantes como condonar 4,5 millones que 39 mil pequeños caficultores debían al Fondo de Café; condonar la deuda que 7 mil pequeños bananeros tenían con la Caja Agraria; se operaron 14.000 niños de cardiopatía congénita; se atendieron 400.000 adultos mayores; se les dio una pequeña remuneración a las madres sustitutas que orientaban los pequeños jardines del Bienestar Familiar; se logró mantener a los hospitales de primer nivel con esos recursos; se ayudó al sector rural. Lamentablemente, el gobierno del doctor Misael Pastrana derogó la norma. Yo traté de revivirla no como ley, sino como acto legislativo. Pasó los siete primeros debates y la hundieron en el octavo. Uno de mis compañeros del Atlántico se prestó para que se vencieran los términos y no se pudiera aprobar, como si hubiera sido un castigo para mí. Los que perdieron fueron millones de colombianos, debido a que esos recursos, además de llegar a las personas más desfavorecidas, estaban destinados también para los resguardos indígenas y las minorías étnicas para que tuvieran posibilidades de educación, salud y vivienda.

SKN: Ese fue, entonces, uno de los momentos más difíciles de su carrera política. ¿Cuál fue el momento más grato?

JNT: Tuve muchos momentos felices. El que más me marcó fue cuando, como Ministro de Trabajo, me correspondía ser miembro de la Junta Directiva del Bienestar Familiar. La primera dama en ese entonces, doña Carolina de Barco, le pidió excusas a quien le correspondía presidir y me pidió a mí que presidiera los consejos. En esa época aprobamos, en contra de la voluntad de los ministros de Hacienda y de Planeación Nacional, los hogares que hoy existen del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en donde se protege a todos esos niños que lo necesitan y se aprobó la protección jurídica de los menores. Ese fue un logro que me llenó de alegría el alma y me puso en paz con Dios. Sé que muchos niños en Colombia tienen hoy posibilidades de estudiar y de vivir en condiciones dignas, gracias a esa decisión.

Hay otro momento maravilloso. Aquí existió un médico extraordinariamente preocupado por los niños y por la salud, el doctor Christian Visbal. En Barranquilla se morían 200 o 250 niños de gastroenteritis todos los años. Los niños de los barrios marginales se mueren de gastroenteritis por la deshidratación fulminante, al tener una constante diarrea que desequilibra los electrolitos, pierden sodio, potasio. Era muy triste ver filas de cajitas traídas por niños de los barrios más pobres a enterar a otros niños de tres, ocho meses, un año. A los niños enfermos había que mandarlos en un avión a Bogotá para que fueran tratados. Yo seguí el trabajo de él y fundamos una Central de Hidratación donde se atendía a los niños, y luego se convirtió en Hospital Pediátrico de Barranquilla, que actualmente tiene más de 200 camas para los niños. Cuando hoy en día se muere un niño de gastroenteritis hay un escándalo.

SKN: ¿Qué le falta por hacer?

JNT: Quise dar la pelea y convertir el Hospital Pediátrico en un centro materno infantil especializado en cardiopatías. Quiero que los niños que nacen con el paladar hendido y el labio leporino puedan sonreír con una simple operación. Quiero que los niños que nacían con discapacidad en sus miembros inferiores puedan ser operados para que tengan la posibilidad de patear una pelota y jugar fútbol. Desgraciadamente, el egoísmo, la envidia, la pequeñez de mucha gente han sido obstáculos para que no se desarrollaran estas obras. Yo espero que Dios nos ayude en el futuro.

SKN: ¿Qué no saben sus contradictores de usted?

JNT: Me siento muy orgulloso porque siempre he estado al lado de la gente más humilde y de los desprotegidos. Todo lo he hecho por ellos, porque mi vocación fue esa. Sé que mucha gente me tiene afecto y respeto, y me duele que algunos, sin razón alguna, me tengan animadversión y prevenciones. Cuando fui presidente del Congreso en 1985, senadores como Luis Carlos Galán, Augusto Espinosa, Gerardo Molina, firmaron, el día que entregué mi cargo, una notación de reconocimiento a mi gestión; jamás me abrieron un pliego de cargos en la Procuraduría; cuando fui Ministro del Trabajo todas las centrales obreras pidieron que no me fuera; cuando presidí en dos ocasiones la dirección del Partido Liberal se publicaron editoriales en diversos periódicos que hablaban de mi prudencia y buen manejo. Mucha gente cree que yo nací siendo senador, pero están muy equivocados: fui maestro de 90 niños; fui operario clasificado en la Refinería de Mamonal en Cartagena; ejercí como visitador médico; fui vendedor de electrodomésticos; inspector de precios; jefe de instrucción criminal del Atlántico. Nadie puede decir que cometí un desafuero. Me tranquiliza que mis nietos puedan tener la frente en alto, y que cuando escuchen afirmaciones ofensivas sobre su abuelo sepan que jamás he pisado una inspección de policía, que no estuve involucrado en el Proceso 8.000, ni con paramilitares, ni en farcpolítica, ni en el recibo de notarías y contraprestaciones. De mí siempre han hablado, y muchos periodistas lanudos creen que tienen derecho a decir injurias sobre mí. Siempre he hecho las cosas de la manera correcta y honesta y no soy lacayo de nadie.

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